El espíritu de la Navidad

El espíritu de la Navidad

Las culturas antiguas como las celtas, basaban su calendario anual en la observación de los astros y los cambios climáticos. Su supervivencia dependía de esto, pues así era como se guiaban para saber cuándo era el tiempo de siembra y cuándo era la época de la cosecha.

De hecho los cambios de estación eran los momentos más importantes del año, porque eran los que marcaban el final de un período y el principio de otro. Estos eventos naturales es lo que conocemos como los solsticios y los equinoccios, dependiendo de en cuál hemisferio ocurran.

En el hemisferio norte el solsticio de invierno se celebra el día 21 de diciembre. Se le llama la noche más larga del año, porque es el día en que ese hemisferio pasa más horas en la parte de la tierra donde es de noche.

Para esta fecha, en vista de que los árboles por el frío habían perdido sus flores y su follaje, los celtas acostumbraban decorarlos con guirnaldas y lazos, en un acto simbólico de protección y con la esperanza de infundirles fuerza, de cara a la nueva estación que se acercaba.

Era un momento de renovación y renacimiento. Se celebraba con rituales donde se agradecía por todo lo bueno que se había recibido y se preparaba el espacio para todo lo que estuviera por venir. ¿Te va sonando conocido?

Pues sí, en realidad, de ahí es de donde viene nuestra tradición del árbol y la coincidencia con las fechas de las celebraciones de Navidad que conocemos en las culturas modernas.

También el 21 de diciembre, como eco de esta tradición antigua, se acostumbra celebrar la llegada del espíritu de la Navidad.

Muchas personas han hecho de esta práctica una costumbre donde aprovechan para reunirse con familia o amigos, compartir un rato con algo de comida y poner e iluminar le estrella del arbolito de Navidad.

Como la energía de este día está cargada de apertura a las cosas buenas que esperamos del cambio de época y cubierta con la luz de la esperanza del espíritu de la Navidad, el ritual se complementa escribiendo una carta con todas las cosas que nuestro corazón anhela y que queremos ver realizadas en nuestra vida. La carta la podemos dejar bajo el árbol hasta el día que lo quitamos y la podemos releer cada vez que necesitemos recordar por dónde deberíamos estar caminando.

Lo bonito de esta tradición, aparte de su simbolismo, es que pone nuestra atención en las cosas que queremos y nos ayuda a enfocarnos en la dirección de esos sueños.

¿Qué tal si te animás y empezás tu tradición del espíritu de la Navidad este año?

 


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