A mi bebé Camila

A mi bebé Camila

El 15 de octubre es el Día de la muerte Gestacional y Neonatal. ¿Cuántas madres en el mundo cargan en su corazón con el dolor de un bebé que no llegó a nacer o que vivió unos pocos días?

El luto por un ser que fue deseado con todo nuestro ser y que no logró sobrevivir es muy fuerte y muchas veces invisibilizado. A las mujeres nos suelen decir: «Vas a tener otro, dejá de sufrir»

Pero se sufre, claro que se sufre y eso es algo que hoy con el testimonio de Priscilla, nos va a quedar muy claro.

Muchas gracias a Pri por abrirnos su corazón a pesar de todo el dolor que esto trae. Te mando un abrazo gigante.

Las dejo con Priscilla:

Siempre se ha dicho que recordar es vivir…. Pero cómo duele cuando esos recuerdos te desgarran el alma y el corazón.

Tenía 31 años cuando me enteré que estaba embarazada, siempre había pospuesto la maternidad por diferentes situaciones, el hecho era que quería estar en las mejores condiciones para traer un hijo al mundo, así que decidimos esperar a terminar la universidad para empezar a pedir bebé.

Y así fue, justo cuando estaba terminando la carrera nos enteramos que mi bendición venía en camino. Hubo muchísimos sentimientos encontrados, amor, miedo, ansiedad, alegría y un sinfín de emociones que solo una noticia así te la puede dar, porque es hasta ese momento en que te das cuenta que ya no importa nada más que el bienestar de ese ser que se forma en tu vientre.

No sabes la felicidad que había en nuestra familia, era el primer nieto, el primer sobrino, era todo lo que por muchos años anhelábamos. Inmediatamente me puse en control prenatal y tomé todas las medidas necesarias para cuidar de mí y de mi bebé. Escuchaba todos los consejos de amigas, tías y compañeras de trabajo y acumulaba información para tratar de hacer todo lo posible por ser la mejor mamá del mundo.

Recuerdo que era tanta la emoción que no podíamos esperar para saber el sexo del bebé por lo que mi hermana me llevó para hacerme una prueba de sangre y desde ya preparaba una actividad para compartir la noticia con la familia y amigos.

Cuando tenía 14 semanas de embarazo fui a mi cita de control y fue ahí cuando se me vino el mundo encima. Creo que entre todas las cosas, uno nunca se imagina que puedan destrozarte la vida en un segundo. El doctor fue frío, cortante y nunca tuvo empatía con la situación que estábamos viviendo. Mientras me examinaba solamente se volvió y me dijo: “Diay señora, lo siento, está muerto, es un aborto retenido”. Así sin más, sin anestesia, sin pensar en el dolor que teníamos, sin filtro y sin humanidad para da una noticia de esta magnitud.

Nosotros no sabíamos qué hacer, ni siquiera yo comprendía si era real lo que estaba pasando. En algún momento pensé que era una pesadilla y que pronto pasaría. El doctor me dijo que por el tamaño del bebé debía ir al hospital ya que probablemente me tenían que hacer un legrado. Me fui a la casa desconsolada, sintiendo toda la culpa del mundo porque en esos momentos lo único que piensas es que hiciste algo malo que acabó con la vida de tu bebé. No pude dormir o más bien quería dormirme y no despertar jamás, el dolor es tan grande que crees que no lo vas a superar.

Al día siguiente fuimos al  México en donde fue otro escenario completamente. Todos los doctores, enfermeras o asistentes tenían una palabra consoladora, un abrazo cordial con una calidez como de la propia familia. Después de 8 horas de exámenes y revisiones me dejaron internada ya que debía tener tratamiento.

No te puedes imaginar lo que es estar ahí… estar en el área de maternidad (aunque agradezco que me pusieron en un cuartito aparte) rodeada de mamás y bebés, era prolongar el dolor cada segundo. Oír a los bebés llorar era recordar que no podría tener a mi bebé en brazos.

Para ese momento yo estaba con mi mamá y mi hermana, quien recordó que tenía el resultado de la prueba de sangre para saber el sexo del bebé. Yo quise saber de inmediato y ella me leyó el resultado: Era una niña, tal como yo lo había soñado unas cuantas noches atrás. Busqué el significado de los nombres que ya habíamos escogido y cuando escuché lo que significaba Camila sabía que era así como debía llamarse. Camila significa “la que está frente a Dios”.

Los doctores que me atendieron me explicaron que ya mi bebé tenía huesos y por esto mismo no me podían realizar un legrado ya que se podía comprometer mi útero, por lo que me iban a poner un gel para tener contracciones y poder dar a luz a mi bebé. Se supone que el medicamento hace efecto con dos aplicaciones, sin embargo, en mi caso cada día que pasaba no lograba sentir ningún tipo de dolor. Pasaron 5 días y ningún tratamiento funcionó, nunca dilaté, nunca tuve ninguna contracción.

El día sábado decidí despedirme de Camila, le dije que ya ella no podía quedarse conmigo, tanto su papá como yo la amábamos y eso nunca iba a cambiar, pero que ella debía extender sus alas y volar.

Al día siguiente una doctora me dijo que si yo no lograba tener a mi bebé era muy probable que me debían hacer una cesárea, lo cual iba a ser mucho más doloroso emocionalmente. La doctora me dijo que ella me iba a ayudar, para no tener que pasar por la cesárea, ella me colocó una pastilla abortiva en mi canal vaginal que se suponía me provocaría las contracciones.  3 horas después al no tener ningún avance me dio 3 pastillas más que debía ingerir.

Al cabo de 8 horas de haber tomado esos medicamentos comencé con las contracciones. Mi esposo logró llegar al salón y estuvo conmigo durante toda la labor de parto, la cual fue bastante difícil ya que yo sentía las contracciones, pero obviamente Camila no se movía para poder ayudarme con el parto. Fue una hora y media de dolores fuertes hasta que logré expulsar a Camila a las 7:50 pm.

La doctora me había dicho que por todo el tratamiento abortivo que me habían colocado era muy probable que la bebé se hubiese desmembrado ya que esa era la función de dichas pastillas. Sin embargo, Camila nació completa, totalmente formada, no le faltaba nada. Me dieron de alta al día siguiente y me dejaron llevarme a Camila para sepultarla.

No tengo palabras para agradecer a todo el personal de Maternidad del Hospital México ya que siempre consideraron mi dolor y el duelo por el que estaba pasando.

Sobrellevar el duelo en un principio era muy difícil, no podía ver a mis amigas embarazadas, un recién nacido retorcía mis entrañas y por mucho tiempo me cuestioné si había hecho algo mal. Incluso tuve mi conflicto con Dios ya que no entendía por qué me había hecho pasar por ese trago amargo. Han pasado casi dos años y aún no me siento preparada para volver a embarazarme, en ocasiones siento que no voy a ser capaz de hacerlo de nuevo.

Hoy por hoy hice las paces con Dios, seguimos adelante llevando a Camila presente todos los días. Nuestro duelo es para siempre, perder un hijo duele, sea un aborto inicial o ya en brazos, son planes frustrados, una vida que no será vivida, un vientre vacío, un amor que se queda en el pecho asfixiado.

El silencio no es apoyo, no es empatía. Ignorar que mi Camila existió es faltarle el respeto a su vida y a lo que significa para nosotros.

Hoy es un día para empezar a tomar conciencia social de lo que es llevar esa carga en silencio, es un día para dar permiso de expresar el dolor, el recuerdo, y permitir tener presentes y honrar a esos hijos que nunca vieron la luz.

Camila nació en el cielo el 19 de noviembre del 2017.


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