Amores enfermizos, ¿amamos o dependemos?

Amores enfermizos, ¿amamos o dependemos?

Yo he amado y he dependido. He tenido relaciones enfermizas que me negué a acabar a tiempo y dejé que me hicieran muchísimo daño. ¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué hay gente que sí sabe reconocer cuando parar y otra no? Eso nos lo explica el famoso psicólogo Walter Riso en su libro ¿Amar o depender?

 

Según Riso, millones de personas en el mundo son víctimas de relaciones amorosas inadecuadas. El miedo a la pérdida, el abandono y muchos otros aspectos hacen que aguantemos situaciones enfermizas que una persona sana no aceptaría.

 

Todos perseguimos eso, amar con honestidad y libertad. ¿Pero por qué es tan difícil hacerlo? Porque la sociedad nos ha vendido otra idea del amor. Nos hace creer que debemos ser dos que se convierten en uno y eso no está bien.

 

Bajo el disfraz del amor romántico, la persona apegada comienza a sufrir una despersonalización lenta e implacable hasta convertirse en un anexo de la persona “amada”, un simple apéndice. Hay unas pocas relaciones que funcionan así sin malestar “aparente”, pero la gran mayoría tiene historias que empezaron bien y terminan pésimo por conductas dependientes.

 

¿Por qué nos hacemos dependientes?

Hay muchos motivos. Sin embargo, los más comunes son:

 

Inmadurez emocional: Estas personas no son capaces de renunciar al placer/bienestar/seguridad que le brinda la persona amada. Se dice intolerante al dolor y prefiere estar en una relación dañina que abandonarla.

 

Baja tolerancia a la frustración: No son capaces de aceptar que su pareja se les salga de control, así que hacen lo posible por sostenerla aunque les haga daño.

 

Y miles de casos también se sustentan en la creencia de que el amor es eterno e indestructible a pesar de ya estar viviendo una pesadilla.

 

¿A qué cosas de la relación nos apegamos?

Seguridad/protección: Esto es típico en las personas que sienten que no pueden hacerse cargo de sí mismas. Necesitan de alguien más fuerte psicológicamente. No importa qué tan fría sea la relación, con solo su presencia la persona se siente protegida.

 

Miedo al abandono: La historia afectiva de este tipo de personas está marcada por despechos, infidelidades, rechazos, pérdidas o renuncias amorosas que no se han podido sanar, así que son capaces de aceptarlo todo con tal de no ser abandonadas de nuevo.

 

Baja autoestima: Las personas con baja autoestima también buscan estabilidad, pero principalmente sentirse amadas. Si no se quieren a sí mismas, proyectarán ese sentimiento y pensarán que nadie podrá quererlas. Cuando alguien se aproxima afectivamente a ellas, dudarán y la conquista puede ser que no sea fácil, pero terminará cediendo y el apego se disparará en toda su intensidad.

 

Problema de autoconcepto: A diferencia de los de baja autoestima, estas personas no buscan amor, sino reconocimiento y adulación. No se sienten admirables; por eso, si alguien les muestra admiración, el apego no tardará en llegar.

 

¿Cómo evito el apego enfermizo?

El apego puede prevenirse. Podemos crear inmunidad a las adicciones afectivas y relacionarnos de una manera más tranquila y poco complicada. Para eso debemos tener ¡VIDA PROPIA!; es decir, darle rienda suelta a nuestra creatividad, espontaneidad, creer más en nosotros mismos, disfrutar los ratos de soledad, conectarnos con nuestras espiritualidad, seguir nuestras vocaciones, perseguir sueños y expandir nuestra conciencia para saber que no todo debe girar en torno a nuestra relación amorosa.

 

¿Cómo sé si estoy en una relación dañina?

Debemos ver nuestra relación de pareja tal cual es, sin distorsiones ni autoengaños. En la adicción amorosa el autoengaño puede adoptar cualquier forma. Con tal de sujetar a la persona que se dice amar, sesgamos, negamos, justificamos, olvidamos, idealizamos, minimizamos, exageramos, decimos mentiras y cultivamos falsas ilusiones.

 

Empezamos a justificar el poco amor recibido con excusas como estas:

 

– Me quiere, pero no se da cuenta.

– Los problemas psicológicos que tiene le impiden amarme.

– Esa es su manera de amar.

– Me quiere, pero tiene impedimentos externos.

– Se va a separar (en el caso de los que se relacionan con personas comprometidas).

 

Minimizamos los defectos de la pareja o la relación:

 

– Nadie es perfecto. Hay parejas peores.

– No es tan grave.

– No recuerdo que haya habido nada malo.

 

Como habrás podido ver, la mente apegada utiliza infinidad de engaños para intentar salvar el amor extraviado. No importa qué tan inconveniente o dañino sea. La adicción afectiva no mide consecuencias. Es ciega por naturaleza.

 

¿Qué debo hacer?

Buscá tener una relación donde el respeto y la dignidad personal sean primordiales. Cuando esos puntos están claros, nos volvemos invencibles.

 

El amor interpersonal necesita correspondencia. Para que una relación afectiva sea gratificante debe haber reciprocidad, es decir, intercambio equilibrado. Si soy fiel, espero fidelidad. Si soy honesto, espero honestidad. Si soy cariñoso, espero ternura.

 

Es difícil de aceptar y aplicar, pero debemos entender que no podemos amar a quien no nos quiere. No tiene sentido entregarse a alguien que no quiere estar con nosotras. Cuando una relación anda mal, nunca hay un solo responsable. La hecatombe afectiva siempre abarca a los dos.

 

En el caso de quien tiene un apego afectivo, cuando el vínculo se rompe, el apegado suele activar su más dura autocrítica y busca el autocastigo. Tales como:

 

Estancamiento motivacional: Siente que no merece ser feliz y elimina de la vida todo lo que le produce placer.

 

Aislamiento afectivo: Siente que no merece a nadie y aleja a todo el mundo.

 

Reincidencia afectiva negativa: Busca nuevas compañías similares a la persona que le hace o hizo sufrir.

 

Promiscuidad autocastigadora: Entregarse al mejor postor, dejar que hagan de uno lo que quieran. Es un autocastigo moral.

 

Tu pareja, por encima de todo y sin excusas, debe amarte y respetarte. Ambas son primordiales. Una no funciona sin la otra.

 

El autorrespeto es una guía, una luz en la mitad de la oscuridad. Es el punto de referencia psicológico que te dirá cuando has perdido el norte. Si la dignidad personal se activa, el apego se diluye y pierde fuerza.

 

Resignarte a una mala relación automáticamente te quita el derecho al amor, porque serías cómplice de tu infelicidad.

 

Amar sin apegos no implica insensibilizar el amor. La pasión, la fuerza y el impacto emocional del enamoramiento nunca se merman. El desapego no amortigua el sentimiento; por el contrario, lo exalta, lo libera de sus lastres, lo suelta, lo amplifica y lo deja fluir sin restricciones.

 

 

En el libro ¿amar o depender? de Walter Riso encontrarás con mucha más profundidad cada uno de los puntos antes descritos. Lo podés conseguir en la Librería Internacional.


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