10 pequeños accidentes en nuestra cotidianidad femenina.

En nuestra cotidianidad femenina nos ocurren mil cosas, algunas divertidas, otras no tanto. Son insignificancias, pero bien que las hemos pasado casi todas y nos vuelven locas por unos segundos.

Zapatos: Una va y se enamora de unos zapatos divinos, por lo general también son caros. Se los compra, piensa el atuendo perfecto para ellos, se los pone y se siente como una princesa por unos escasos 5 minutos. En el mejor de los casos se detecta el problema antes de salir de la casa y con dolor de alma se los cambia. En otras oportunidades sale una con ellos y en lo único en lo que se puede pensar en todo el rato que los anda puestos es en lo mucho que le gustaría tirarlos al techo y no volver a saber de ellos nunca jamás.

Menstruación: Una cree que tomó todas las precauciones del caso: no se puso ropa clara, se compró la mejor toalla, se chequea con cierta regularidad y de pronto, ¡ZAZ! en uno de esos chequeos descubre que se le pasó la menstruación. En esos casos se suele usar el viejo truco de amarrarse el sweater a la cintura, como si fuéramos adolescentes en pleno paseo del cole. ¡TERRIBLEEE!

Maquillaje: Polvitos compactos nuevos, divinos, una enamorada de ellos y de repente, en cualquier momento, así de la nada, sacándolos del bolso ruedan gradas abajo y se convierten en polvos sueltos. No hay poder humano que nos haga ver ese momento como algo simpático. Es un dolor de alma.

Mata lances: Conversación animada, una coqueteando, siente que hay química, todo parece estar saliendo a la perfección. De pronto, va al baño, se fija en el espejo y ¡NOOOOOOO, un frijol en pleno diente! ¿No hay cómo devolver el tiempo? Ese ingrato frijol a veces puede ser un trozo de lechuga y en lugar de una cita, bien pudo ser un almuerzo con el jefe. ¡Gracias, en cualquier situación es espantoso!

Tacones: Va una apurada por la calle, caminando rapidito y de repente, siente como si se estuviera cayendo en un abismo. El abismo no es tan profundo. No, no es un abismo, es que se nos quebró el tacón. De ahí para allá nos convertimos en el pirata cojo, en busca de solución. ¡Me ha pasado dos veces! y una fue en pleno Parque Central.

Cabello: Cortarme el cabello siempre me da susto, me da miedo que se excedan. ¡Y SI SUCEDE! Yo no entiendo por qué a veces una dice: «Córteme las puntitas» y entienden córteme un metro de pelo. El dolor en el alma de llegar como la sirenita y salir como Dora la exploradora ¡es total! Por eso es mejor cortarse el cabello siempre con la misma persona, que entiende lo que valoramos cada centímetro.

 Uñas: Esto es típico. Uñas recién pintaditas y empieza a picar la nariz, la cabeza, suena el celular ¡que está en el bolso! Uñas al carajo en 3, 2, 1.

Pasta de dientes: A punto de salir, totalmente listas, nos costó un mundo decidirnos qué ponernos ese día. Ya todo está resuelto, solo falta lavarse los dientes. ¡ERROR! Hay que lavárselos antes de estar vestidas. Un chorro de pasta cae en el puro centro de la blusa. Nada que hacer, a buscar ropa de nuevo. La base líquida del maquillaje también nos puede dar ese regalito.

Exhibición: Se abre el botón, se sale una teresa y una ni se da cuenta. Habla y conversa, anda por acá y por allá, y nadie dice nada hasta que de pronto un vientito helado nos anuncia que tenemos quién sabe cuánto rato de andar de exhibicionista. Sucede también con los ingratos hilos dentales que se nos salen del pantalón. El mismo vientito helado o un público en la zona trasera nos anuncia la situación.

 La puerta del baño: Si hay algo que nos incomoda es llegar a un servicio sanitario público y que la puerta no cierre. Inmediatamente una busca desesperada que haya un gancho donde guindar el bolso por que las manos van a estar ocupadas sosteniendo la puerta ¡y por su puesto no hay!. Entonces toca ser versátil, orinar en el aire, sin sentarse, brazos al frente sosteniendo puerta y bolso guindado en el cuello. Pueden ser los segundos mas largos del día. ¡ ¡ah mirá y no hay papel!!