¡A controlar la ira!

¡A controlar la ira!

Hace pocos días fuimos testigos de cómo una persona perdió su puesto de trabajo y estuvo en el ojo del huracán por experimentar un episodio de ira.

Muy probablemente en algún momento de nuestra vida hemos sido protagonistas de nuestra propia escena de ira por distintos motivos y en distintas magnitudes, pero de que la conocemos, la conocemos.

La ira es una emoción humana natural, como el miedo, la alegría o la tristeza. ¡Bien claro nos quedó en la película Intensamente! (si no la han visto, corran a verla).

Muchos de nosotros tenemos momentos en los cuales la ira se apodera. No obstante, la manejamos dentro de un rango seguro y saludable.  Sin embargo, hay algunas personas que la experimentan de una forma mucho más intensa. Comprender la ira y obtener la ayuda adecuada para comenzar a controlarla puede marcar una diferencia grande y duradera.

Charles Spielberg es un psicólogo especialista en ira que dice que, cuando una persona está enfadada, su ritmo cardíaco y la presión arterial aumentan, al igual que los niveles de sus hormonas de energía, adrenalina y noradrenalina.

¡Con razón uno siente que podría ser Hulk volando trailers por los aires!

Bien sabemos que quienes se dejan llevar por esas emociones pueden verse realmente perjudicados y dañarse a sí mismos y a otros. ¡Cuántos casos hemos visto de esto en los noticieros!

Lo usual entonces es que muchos repriman la ira y empiecen a padecer hipertensión o depresión en el peor de los casos. Otra forma en la que la gente suele redirigir su ira es con comportamientos pasivo-agresivos. Esto viene a ser como vengarse de ciertas personas de manera indirecta, sin enfrentarlas. Y así es como de pronto nos convertimos o estamos rodeados de gente cínica y hostil.

Las personas que están constantemente insultando a otros o criticando todo y haciendo comentarios cínicos no han aprendido a expresar su ira de manera constructiva. ¿Les suena conocido?

¿Cómo controlar nuestra ira de forma constructiva?

Los especialistas coinciden en:

Conocernos

En nuestros momentos de calma deberíamos autoexaminarnos y ver qué es lo que suele disparar nuestra ira. Los motivos pueden ir desde querer imponer nuestra voluntad, creernos siempre dueños de la verdad y sentirnos tratados injustamente hasta estar permanentemente bajo presión o padecer ansiedad, estrés o miedo. Algunas características personales como alta susceptibilidad, rigidez, inseguridad o inmadurez emocional también son factores que predisponen a perder el control.

Hablar

Es importante exteriorizar los sentimientos. Cuando logramos hablar, sacar lo que nos molesta, las emociones se experimentan con menos intensidad. Hablar, además de que nos lleva a buscar la manera de solucionar los conflictos y no quedarnos en los estados emocionales, tiene el efecto de ayudar a no acumular descontentos ni resentimientos que pueden hacer ver la situación como irremediable.

La terapia Cognitiva y la Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC) serían de gran ayuda para las personas que sienten que la ira se apodera de ellas. La base de la TREC y la Terapia Cognitiva para controlar la ira es que hay que cambiar nuestra forma de pensar respecto a lo que activa la ira. «Dejar de carbonearnos» encontrar un dialogo interno que ayude a que a pesar de nuestra molestia podamos encontrar formas asertivas de comunicar nuestro malestar o a encontar formas alternativas de resolver el problema.

Pensar antes de actuar

Es importante que aprendamos a ganar autocontrol, a escuchar sin reaccionar o interrumpir, evitar usar un tono de voz agresivo o lenguaje corporal que indique que estamos a la defensiva, mantener la paciencia y elegir el mejor momento para actuar.

Síntomas previos a un ataque de furia

Por lo general podemos prever un ataque de furia, porque los síntomas suelen ser:

– Puños apretados – Palmas húmedas – Boca seca – Taquicardia – Respiración agitada – Visión nublada – Músculos tensos – Cuerpo inclinado hacia adelante y sudoroso.

ESE ES EL MOMENTO DE PARAR Y…

– Cambiar alguna posición del cuerpo: descruzar una pierna, abrir los puños, soltar los brazos, poner las manos en los bolsillos, cerrar por un momento los ojos y tomar un poco de agua, entre muchos otros.

– Respirar: Una buena respiración es un tranquilizante natural; ayuda a regular el ritmo cardíaco y la temperatura corporal, oxigenar el cerebro y centrar las ideas.

– Mientras se recupera el control, hablar más despacio, abstenerse de decir todo lo que se siente o retirarse de la escena. Tomar un poco de distancia de la situación o persona con la que se está enfadado.

Al no interrumpir se permite que la persona con quien se discute termine las frases. Esto no tiene nada que ver con evadir la situación; solo es un manejo inteligente y equilibrado que –con seguridad– le dará otro final a lo que podría haberse convertido en algo terrible que ponga en peligro su trabajo, su familia y hasta su vida.

Vivimos en un mundo en el que el conflicto está a la orden del día. No nos podemos estar enojando y frustrando por todo. Tomemos el control sano de nuestro carácter. Ser Hulk no es ninguna ganga. Ya vemos que para la próxima película lo van a desterrar.

Si sentís que lo tuyo va más allá de estos consejos. ¡Buscá ayuda! Acá voy a dejar el contacto de un sitio donde podés encontrarla.

https://www.facebook.com/pages/Cetrec-Centro-Costarricense-de-Terapia-Racional-Emotivo-Conductual/580597478666100?sk=info&tab=page_info


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