¡Ponele un alto a la gente mandona!

¡Ponele un alto a la gente mandona!

Existe gente que si por ellos fuera nos dirían como caminar, qué usar y ¡hasta como pensar!
Hay quienes lidian con padres, jefes o parejas controladoras.

El controlador o “mandón” se empeña en dirigir a otros y en que se haga su voluntad para sentirse seguro. Cualquier situación que no vaya en la dirección que él desea, supone una amenaza a su poder.

Muchos caemos en sus redes. Nos cuesta salir de ese juego en el que —tristemente- lo que se siente es miedo de enojar al “Sargento”.

En el libro Libertad Emocional, la siquiatra Judith Orloff, nos da cuatro recomendaciones para ponerle un alto a las personas mandonas.

Nunca intentes controlar a un controladora
Sé asertivo y decile claramente lo que pensás. Pero, ni te hagas la víctima ni le digas lo que tiene que hacer.

La persona controladora suele tomarse incluso los pequeños asuntos como una lucha de poder. Por lo que también es recomendable que no te desgastés por cosas sin importancia. Por ejemplo, si le da por discutir porque olvidaste ponerle el tapón a la pasta de dientes.

Expresate con tacto y diplomacia
Esta táctica puede ser útil si la persona es receptiva a tus sugerencias. Por ejemplo, cuando estás hablando con un amigo que monopoliza la conversación sin dejarte opinar. Quizás está tan “emocionado” que no se da cuenta de que vos también querés hablar.
Podrías decirle que su opinión es muy interesante, pero que te gustaría que te dejase dar la tuya.

Establece límites

Si hay una persona que mete las narices en lo tuyo, que opina y te dice continuamente qué tenés que hacer, siempre podés responder educadamente: “Valoro tu consejo, pero quiero hacer esto a mi manera.”
Habitualmente, los controladores son personas insistentes por lo que tendrás que repetir este mensaje varias veces. Repetir y repetir, manteniendo un tono neutral y sin exaltarte.
Tené paciencia, porque esto puede durar días o semanas, hasta que lentamente se redefinan los términos de la relación y la comunicación con esa persona.
Si dicha persona quiere estar bien con vos, habrá de respetar esos límites.

Restá importancia a determinadas situaciones
Imagínate que la persona controladora es tu jefe y vos, que has decidido conservar tu puesto de trabajo, has de aguantarlo y obedecer sus órdenes, sin más. Su estatus es superior al tuyo.
Si, cuando él/ella revisa tu trabajo, te dice: “Yo no te dije que hicieras esto así“, “Te faltó este detalle“… Expresale tu punto de vista -si querés-, pero no te frustrés, no te enfadés ni te sientás mal. Te estresarás por algo que no vale la pena, porque esa persona no va a cambiar.

 

Entiendo lo que dice la Dra. Orloff. Pero entonces, hay que armarse de paciencia para saber poner un alto y llevar por buen camino una relación que suele acabar mal.

Si tenemos un jefe mandón, es probable que suframos mucho y terminemos buscando otro trabajo (luego de mucho sufrir) o siendo despedidos el día que hartos de él nos le enfrentemos (ya me sucedió) .

Si son los padres o la familia los controladores, lo más normal es que tratemos de alejarnos de ellos. Y si  la pareja es controladora ¡PEOR! por que se sufre mucho en el camino, viendo cómo el amor se cambia por temor, fastidio y finalmente abandono.

¿Por qué abandono? Porque todos tenemos un límite y las personas mandonas nos hacen llegar a él, no sin antes haber sido sumisos o enfrentado una lucha de poderes.

¿Quién es el más perjudicado? El mandón, ya que tarde o temprano termina solo.

Si sentís que sos así, auto-examinate. Es muy probable que desde pequeño lo seas y eso esté afectando tu vida laboral, familiar, social y sentimental.


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