La cama familiar
Un día de estos mientras veía a mi hija dormir plácidamente en medio de mi cama, me puse a pensar en todos los momentos que hemos pasado juntas, justo ahí, desde el inicio de todo.
Todo inicia justamente ahí, en la cama. Ahí fabricamos a la creaturita que nos acompañará por el resto de la vida.
Ya luego embarazadas, damos vueltas en esa cama para allá y para acá, buscando cómo acomodar la enorme sandía, que contiene unos inquietos piecitos que nos patean si no les agrada el lado que escogimos para dormir. Muchas de esas madrugadas pasamos pensando cómo será el bebito que albergamos en nuestro vientre.
Cuando ya nace nuestro bebé, empieza la lucha por tratar de dormirlo en su propia cuna. Yo nunca lo logré, pasé incontables noches con mi bebita pegada a mi seno.
El bebé crece y también su deseo por compartir con la familia en la cama de los papás. Es así como muchos acumulamos historias de noches con un niño en el medio y papás guindando a los lados. Así como miles de juegos y alegrías compartidas.
En algún momento ya por fin, duerme en su cuarto y la lucha es hacer que se duerma temprano. ¡La noche es interesante para ellos! ¿De dónde se apagan? A ver chiquitita, a su cuarto, que mañana hay que levantarse temprano para ir al kinder. Y ahí volvemos a nuestra cama, pensando en lo rápido que está creciendo.
Siguen creciendo y un día cualquiera ¡No está en su cama!
Y entonces, nuestra amiga la cama, nos vuelve a acompañar mientras miramos el reloj que nos dice ¡Que todavía no ha llegado!
Nuestras amigas las camas nos acompañan en todo el proceso, sostienen nuestros cuerpos pero también nuestros secretos, ilusiones, temores, alegrías y sobre todo a las personas que más amamos.