Carta a mi papá

Gordis, recuerdo verte joven, alto, imparable…yo pequeñita, frágil, enamorada de esos ojazos y de cada momento juntos.

No había otro hombre en mi vida que me hiciera sentir más protegida y amada.

Los años pasaron y dejé de ser tan pequeñita, me fui metiendo en problemas normales de la infancia y ahí estabas para retorcerme los ojazos y corregirme.

“No hablés tanto en clase, no dejés todo para el final, tratá de portarte bien” me decías todo el tiempo. Nunca te hice caso con eso, aún hoy hablo demasiado, ando en carreras y de portarme bien…

En la adolescencia te saqué las canas, yo quería ir a todos los quinceaños, no había show de variedades o actividad cualquiera en la que yo no quisiera estar, pero vos solo me dejabas ir a algunos.

Tampoco me dejaste tener novio hasta los 18 años, ni faltar un solo día a clases, mucho menos maquillarme o ponerme tacones antes de la mayoría de edad.

¡Nos volvíamos locos uno al otro! vos que me decías que no y yo que buscaba la forma de hacerlo a tus espaldas ¡El 70% de las veces me agarraste! y entonces vivía eternamente castigada.

Al fin cumplí los 18, terminé el bachillerato y según yo podía ser más libre, tener novio, maquillarme y salir. Todo se pudo, pero con medida.

¿Recordás la escena del novio? no me dejaste que fuera novio hasta que no hablara antes con vos, fue casi como pedir la mano. Al día siguiente, el novio ya no existía. Siempre pensé que lo ahuyentaste con el ridículo ese de la formalidad.

No comprendía que fueras tan estricto, pero te amaba con la misma intensidad de la niñez.

Luego de varios años, el súper héroe que pensaba que eras de pequeñita, ahora estaba frente a mi, panzón, terco y siempre pendiente de todos mis actos y decisiones. Cuando quise entrar a la U a estudiar, no te gustaba la carrera que elegí, me decías que no, que estudiara algo que me dejara más plata, que no me ibas a pagar esa carrera. Pero yo tenía bien claro lo que quería ser, y me busqué un trabajo para no necesitar de ti.

Cuando me viste matriculada y en clases, se que te sentiste orgulloso, te gustó que luchara por lo que quería, así que me dijiste que renunciara y disfrutara de ser solo estudiante. Me pagaste el resto de la carrera. Muchas veces te escuché decir que en la medida que pudieras pagarnos la carrera a mi y a mis hermanos lo harías, por que cuando uno conoce la plata, puede verse tentado a abandonar el estudio. Terminé el bachillerato y me dijiste que ya me habías dado una carrera profesional, que en adelante, mi futuro estaba en mis manos.

Entonces  me busqué un trabajo y saqué la Licenciatura, me habías enseñado el poder que da el estudiar.

Volvimos a ser amigos en esa época, nos íbamos a la playa juntos, solos los dos. Vos que no cocinabas ni un huevo, cuando mami se fue de viaje, me hacías el desayuno y limpiabas la casa.

No me dejabas salir sin plata, me decías que jamás dependiera de nadie, que me valiera por mi misma. Aunque claro, contigo no aplicaba, siempre nos andabas comprando cositas, trayendo detalles diarios, buscándome libros por que amabas que leyera.

Cuando tuve un novio formal y me casé, juro por Dios que respiraste aliviado. Me llevaste al altar y lloraste. «No es fácil que se casen dos hijas en un mismo año, decías entre lágrimas» y verte llorar no era común, eras un papá de esos de antes.

A los años, cuando te conté de mi embarazo, los ojazos se te llenaron de felicidad, a pesar de estar enfermo, en una silla de ruedas.

Mi súper héroe de la infancia, el dictador de la adolescencia, el protector de la juventud, ahora estaba en una cama de hospital mientras yo me enfrentaba al nacimiento de mi hija sin ti, que eras mi escudo de protección eterno.

En cuanto pude, te la llevé para que la conocieras, a tu luciérnaga como le decías…

Nada resultó como lo imaginé, moriste dos días antes de que la luciérnaga cumpliera un año. Tus verdes ojos no la vieron crecer, ella no se acuerda de ti.

Pero yo sí, y ahora que soy mamá veo que todo lo que hiciste por mi, lo hiciste por que me amabas, por que no querías que me quedara sin estudiar, por que no querías que cualquier muchacho se aprovechara de mi, por que querías que tuviera una buena vida, por que querías que viviera las cosas en el tiempo que debían ser y no aceleradamente como yo quería. Que el día que lloraste en la boda, lo hiciste por que te era difícil aceptar que tu pequeñita había crecido.

Han pasado años de tu partida y te siento cerca todo el tiempo, la luciérnaga y yo rezamos por ti cada noche, te enviamos diario un beso que llega hasta el cielo y mantengo tu recuerdo vivo en ella para que sepa como era su abuelo y lo mucho que nos amabas.  Te amaré hasta el último momento de mi vida, gordillo de mi corazón.

Si tenés un papá acá en la tierra, con el que de vez en cuando te peleás, al que a veces no entendés y del que de vez en cuando querés librarte ¡APROVECHALO! no son eternos, tienen fecha de caducidad.

Si tenés un papá cariñoso, amoroso, que disfruta de ti y de tus hijos, lo tenés todo ¡APROVECHALO! no son eternos, tienen fecha de caducidad.

Si tenés dos papás, abuelos o un familiar que ha sido como tu papá ¡APROVECHALO!

Si tenés un papá en el cielo como yo, enviale tu reconocimiento recordándolo con mucho amor, con todo ese amor que fijo tenés acumulado en tu corazón.

No son ángeles, son personas que nos aman, que probablemente se asustaron cuando naciste y vieron todo lo que se venía por delante. De fijo han sufrido, reído, arriesgado, sacrificado por vos y tus hermanos, pero todo eso tuvo sentido por que fueron felices reconociéndose en ti.

El amor tiene muchas maneras de manifestarse, identificá cuál es la de tu papá y celebrá su vida, su labor ¡APROVECHÁ QUE LO TENÉS Y LO PODÉS ABRAZAR, DECIRLE CUÁNTO LO AMÁS!

Yo lo abrazo con la mente…

Mi papá no puede leer esta carta, pero no hace falta, por dicha también me enseño a ser cariñosa y siempre le dije cuánto lo amaba.

¡Feliz día papás de la tierra y el cielo!