Las lecciones de los niños
Los niños son maestros, sí, maestros en recordarnos la belleza de la pureza, la sencillez y el deseo de vivir al máximo.
Mi hija cada día me da lecciones a través de sus ojos y su entusiasmo. Algunas son:
-La capacidad de asombro: Se han dado cuenta qué lindo es verle la cara a un niño cuando abre un regalo, cuando se encuentra con sus mejores amigos, cuando va a ver su película favorita o escucha en la radio su canción del momento.
-El amor incondicional: Los niños aman sin medida a su familia, a sus amigos y mascotas. No entienden de rencores infinitos.
-La energía: Muchas veces uno se pregunta ¿dónde se apagará éste niño? Ellos disfrutan 100 % su día y muchas veces se van a acostar ya regañados ¡odian dormir se les hace un desperdicio de vida!
-Sueñan en grande: Para los niños nada es inalcanzable, ellos sueñan en grande todos los días.
-Sociables: Algunos niños tardan unos minutos antes de entregarse por completo al juego con los desconocidos. Otros simplemente lo hacen desde el minuto 1. ¿Niños desconocidos? No, ellos solo ven a los otros como almas aventureras en busca de tanta diversión como ellos.
-Descomplicados: Los niños quieren: Comer rápido y simple, dormir poco o nada, jugar siempre. No es ninguna fórmula inexplicable.
-Quieren aprender: Los niños siempre quieren saber más, investigar más, que les contemos todo. Esa apertura al conocimiento debería ser eterna.
-Todo es divertido: Desde un juguete caro hasta una caja o una botella vacía. Para ellos todos los chunches tienen un potencial de diversión.
-Les sobra imaginación: Uno ve una iglesia, ellos un castillo encantado. Uno ve un zacatal, ellos un bosque mágico. Uno ve un puño de ropa para doblar, ellos un colchón donde brincar.
-Sinceridad total: No temen decir la verdad, si quieren más lo piden. Si no les gusta algo, lo dicen. Si están hartos lo gritan. Si aman, también lo gritan. Y nosotros tantas veces callados y enojados con el mundo.
Ese niño habita en nosotros, de vez en cuando se asoma, procuremos darle más espacio, invitarlo a salir para que nos recuerde la ilusión con la que veíamos el mundo. Y aleje a ese adulto que se queja todo el día, que se cansa con cualquier cosa, que se niega a seguir aprendiendo, que no tiene imaginación ni para escribir un mensajito y que guarda rencores desde 1990.
¡Hay que soltarse, reír hasta las lágrimas, abrazar a los amigos, besar a nuestros padres, bailar con nuestros hijos, sentir ilusión por la vida!
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