Santo Miedo

Santo Miedo

Mi amiga Verónica siempre me da luz, sí luz, me encanta leerla y más visitarla para que ponga los imanes que me dejan levitando.

Me escribió y dijo ¡quiero contarle a tus chicas del miedo! ¿y cómo no aceptar sus valiosos relatos?

Acá se los dejo, y también al final, la  nota que le hice cuando me puso sus imanes.

Santo Miedo

Y ahí estábamos las dos: mi amiga del alma, siendo leal testigo de mi cuarto o quinto fin del mundo, en completo silencio, con ojos de solidaridad y yo… sintiendo una vez más ese miedo malvado capaz de sacarme el corazón a latidos por algún agujero de mi nariz.

Ambas, mujeres fuertes, conocedoras y entendidas de que la victimización siempre es producida por nosotros mismos, de nuevo siendo espectadoras de cómo mi armoniosa y planificada vida se desboronaba frente a nuestros ojos sin que yo moviera un solo dedo.

Medio respiraba entrecortadamente y luego hiperventilaba, durante 5 minutos me creía capaz de lograr lo que fuera y durante otros 20, no sabía ni como me llamaba. De vez en cuando, por un minuto, quería cerrar los ojos y simplemente desaparecer sin lograrlo, porque El Señor Miedo me impulsaba con la fuerza de una yunta de bueyes hacia la escalofriante pregunta: ¿y ahora qué hago?

Mi instinto de supervivencia me pedía que tomara este desafortunado evento y lo convirtiera en un nuevo episodio de humor sarcástico, al mejor estilo de Friends o Sex and the city para minimizar el susto. A lo largo de mis éxodos existenciales me he vuelto experta en abrazar lo grave y convertirlo en un gracioso sketch digno de las carcajadas de mis amigos más cercanos.

Pero esta vez, a mis 34 años, no sentí el deseo de distraerme del terror que estaba sintiendo. Harta de mi misma por colocarme una y otra vez en la misma situación a lo largo de la vida, presentía que este visitante era el mensajero que traía consigo mi boleto de salida definitivo a este ciclo. Y que no se iba a ir hasta que le atendiera con la exclusividad del caso.

Inquieta por su presencia, medio le sonreí porque aún me era difícil ver un monstruo de frente y encontrarle su belleza. Pero en mi histeria consciente, me dispuse a hablar con él: Bienvenido a mi vida, caballero, ¿a qué debo el honor de su visita? – Hola mujer, he venido porque estamos ante una nueva oportunidad de que seás más competente y yo soy tu cómplice en esta aventura. Sé que no te soy muy agradable pero con solo volverme a ver de frente, ya estás recibiendo mi ayuda. Me recuerdo cuando te visitaba antes y te tapabas con las cobijas… no seás dura con vos misma, has mejorado mucho. Y ni hablar de que ya podés tocar una lagartija… acordate los gritos que dabas.

– Su amabilidad ambigua me inquietaba pero el sentido común de su discurso me llenó de curiosidad. ¿Y cómo se supone que me vas a ayudar a ser más competente? – Imaginate que yo soy una puerta dimensional que te lleva a una renovada versión de vos misma. Lo que tenés que hacer, es cruzarme aunque en apariencia la puerta parezca una antesala a malos presagios. Por el contrario, si lográs traspasarme, sólo te ofreceré mi rendición. Y es así como me ganás. Es algo así como sanarse de una fobia. – Si. Muy bonito. El asunto es que con tanto pasando (porque no te he contado en detalle la explosión total que acaba de suceder), preferiría cruzar luego, en serio no tengo tiempo en este momento. ¿Me explico?

– Te comprendo, y tu reacción es predecible. De hecho, es la reacción de la mayoría de ustedes, los aprendices de humanos. Pero verás, si me cruzás de frente consciente del mal rato, lo que te traerá esta nueva dimensión, es un saco lleno de nuevas posibilidades, claridad mental y fuerza para tomar lo hermoso de la vida, que siempre ha sido tuyo pero que has elegido que lo disfrute yo en tu lugar.

– ¿Y por qué me lo querés dar si bien decís que el tesoro es hermoso? – Porque mi labor no es disfrutar los tesoros de otros, es invitarlos a disfrutar la mención honorífica por su valentía. Sé que soy feo, que te quito el sueño y que cuando me sentís cerca, te dan ganas de llorar. Pero mentiroso no soy. Siempre has sabido lo que tenés que hacer pero no lo hacés. Y solo hasta que vengo a tu vida a cuestionarte tu andar, volvés a tener consciencia de ello.

Todavía creo que se pasó de honesto, pero me sentí acompañada y algo abatida por su mala fama. Lo sentí dulce y cuidadoso. Algo así como mi papá cuando me contaba cuentos. Por primera vez me salió una sonrisa natural. Le ofrecí un trozo de mi tercer chocolate, pero me dijo que el cacao no era lo de él… ¡bien por mi!

Me pidió que recordara las veces en las que me he esmerado por sobrepasar mis límites personales y reviviera ese sentir, que repasara mis momentos de gloria, que hiciera un recorrido mental de quienes amo y me aman. Se levantó y puso un par de canciones que le había contado yo en nuestra conversación, me ponían feliz y optimista.

Fue imposible no cerrar los ojos y bailar al ritmo contagioso y poderoso de aquellas letras liberadoras. Al terminar la sesión de karaoke casero, sentía mi cuerpo con vida, había un aire distinto en casa, sentía ganas de seguir esta aventura con una sonrisa… sentí agrado por el señor Miedo. Y entonces, en un pestañeo brinqué a su lado para abrazarlo y darle las gracias, pero para mi sorpresa, este amigo silencioso había abandonado el sillón, la sala, mi casa y mi corazón.

Comprendí entonces, que había hecho su trabajo: me asustó, escuché con atención lo que tenía que decir de mi, lo acepté como mi compañero, crucé la puerta y en segundos, la puerta ya no estaba. En lugar de ella, había una fuerte sensación de que lo mejor estaba por llegar sintiendo lo opuesto al Miedo.

Él solo quería que hiciera mi trabajo con la certeza de que puedo hacer aquello que nunca me he creído capaz de hacer. Y lo cierto, es que aquí estoy: sorprendida de cada regalo hermoso que ha llegado desde que empecé a hacer absolutamente lo contrario que había hecho por tantos y tantos años. Ya lo dijo Albert Einstein “locura es hacer lo mismo esperando resultados distintos”. Por eso me di el permiso de hacer algo cuerdo: me tomé un café con el Santo Miedo.

Dicen que no todo lo que brilla es oro. Y con esta lección lo que aprendí es que algo que no brilla debería pulirse porque podría ser el diamante en bruto más hermoso de tu vida.

Por Verónica Castro, aprendiz de humano.

 

http://www.holaeslola.com/2014/11/los-imanes-que-me-llevaron-al-cielo/


¡Huggies-100 momentos mágicos te podría llevar a París!
¡Huggies-100 momentos mágicos te podría llevar a París!

Banquete es más que salsa
Banquete es más que salsa

0 pena #SoyUnNuevoCiclo
0 pena #SoyUnNuevoCiclo

¡¡Estamos estrenando masabrazos.cr!!
¡¡Estamos estrenando masabrazos.cr!!